Existía en el desierto una flor especial,
parecía trigo del fino,
de esos que se guardan en trigal,
Un día una manada de zorros,
sin querer la lastimó,
pero ella muy valiente
¡Con una espina se defendió!
Los zorritos sorprendidos
se preguntaron de dónde venía
tanto valor,
y uno de ellos admirado,
cortó su cola y se la regaló.
La flor agradeció el gesto,
y la cola recibió,
al sentirla tibia y suave,
de cobija la ocupó.
Desde entonces luce orgullosa,
el presente que recibió,
y un día a sus amigas dijo
“Cola de Zorro” así
me llamo yo.
Cristina Bravo Bassi